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Reflexiones del audiovisual

El caso Jane Godin, derechos de antena y el espectador

El caso de Jane Godin, como otros que tienen relación con la muerte y los medios, ha suscitado una gran polémica que va desde la inoportunidad del Ministro de Justicia británico hasta la decencia de la protagonista por vender su fallecimiento. Dentro de la complejidad del tema, sorprende ver cómo una semana después ese debate queda, al menos en España, en segundo plano.

En una sociedad de la información donde se puede ver de todo, donde existen numerosas vías para acceder a los contenidos que se quieran y en la que el mando a distancia ya lleva existiendo lo suyo, este debate puede ser relativo. Por supuesto que ha de existir una delimitación de los contenidos en su calidad moral, que no todo es emitible o, al menos, debería serlo. Que existen derechos que no pueden ser vulnerados por los medios y situaciones escabrosas que no deberían ser incentivo para generar ingresos a costa de ellas. ¿Se acuerdan de Craig Ewert, de una proclama en contra y del desenlace? Todo es relativo…

El caso Godin es distinto. Para empezar, leyendo la letra pequeña, se ha establecido que la muerte en sí no será emitida. La historia se ha referido a la trayectoria de los últimos eventos importantes de su vida, pero no en todos sus momentos. Pecan de nuevo los medios de exacerbamiento, cuando juzgan con grandes titulares un despliegue matizado, ayudando a engrandecer la escabrosidad. Aparte, los implicados han actuado en su libre albedrío y conscientes de sus capacidades y derechos, produciéndose un acuerdo entre ellos. No estamos ante una violación legal, ni de actos que perjudiquen a terceros. Estamos ante una venta de derechos con el morbo como contenido.

Lo que sigue, es lo de siempre. Habrá un público que seguirá la retransmisión y otro que no. Se ha pagado por un hecho que presumiblemente atraiga la audiencia. Pero el problema, ya no es sólo la televisión, es la demanda. Que ya no veamos El tomate no se debe a una decisión banal. La tiranía de la audiencia (de la mayoría…) y su gusto es otro elemento que condiciona la decisión de las cadenas. Que el cricket no sea televisado en España se debe a que no hay público. Que la muerte sí lo sea es porque gusta. El problema no es único de la televisión sino, como otras muchas veces, de quién lo vea.

Jane, dueña de sí misma, ha decidido vender los derechos sobre su muerte para ganar un ingente cantidad de dinero con objeto de darla a sus hijos. Peores cosas se han visto y artificios sobre la vida real que acaban en tragedia. No creo, ni quiero, que la televisión tienda a ofrecer contenidos escrabosos como éste, pero es cierto que la misma se rige por lo que se ve y no por un modelo ideal de sociedad basada en la cultura y el buen contenido. Es ahí el problema de siempre, si la gente reclama esos contenidos, las cadenas pagarán por ellos.

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La calle más olvidada

Parece mentira, pero existe su calle:

Perdón por la calidad, pero es desde mi cutre-móvil ^^U

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