Cualquier estudio sobre audiencias constata que uno de los mayores consumidores de televisión, por no decir el primero, son los mayores de 65 años. Generalmente, son más de cuatro horas al día las que pasan delante del aparato. Tiempo considerable para tenerles en cuenta como target comercial… siempre y cuando fuera el idóneo.
Eso no es así, de tal manera que muchos de los contenidos que visionan no coinciden precisamente con sus afinidades. Para gustos, colores; cierto. Pero también lo es que, normalmente, no es mucha la oferta de actividades de ocio que realizan. No suelen jugar a la PSP, ni van al cine como quisieran, en Internet no se desenvuelven… Su generación creció con una oferta de entretenimiento mucho menor que las venideras. De tal manera la televisión se consolida como principal motor de escape de la realidad (lo que suple esta industria, al fin y al cabo). Es «gratis», de amplia cobertura y todos la ven/comentan.
Este hecho marca la importancia que tienen sus contenidos para ellos. Cuando la vejez hace mella a todos los niveles y son pocas las vías de distracción, el poder optar a contenidos interesantes que satisfagan esas necesidades que no pueden suplir por su cuenta cobra la categoría de servicio público. Tan sencillo como pensar en los viajes que oferta el IMSERSO. ¿Por qué se paga con dinero del Estado esas conocidas vacaciones? De tal manera, suplir a través de la televisión pública esos gustos «chapados a la antigua» no resulta una idea descabellada. Más cuando nosotros, los que podemos ver este mismo post, sabemos que contamos con más recursos para podernos entretener.
En realidad es un hecho que actualmente se constata viendo la programación de algunos entes autonómicos. Castilla la Mancha Televisión con sus casi diarias retransmisiones taurinas refleja este hecho. Creo que en su justa medida RTVE cumple con estos requisitos si bien no puede dedicarse en exclusiva a esta actividad pues sirve a todos los ciudadanos. Pero, ¿hasta qué punto podría?
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La gente dijo…