Habanito

Reflexiones del audiovisual

Culebrón Soraya: detrás y delante del escenario

No sigo Eurovisión y me era indiferente nuestro representante. Pero durante los últimos días tras el festival me he interesado por el tema, sorprendiéndome las reacciones habidas. Me han resultado drásticas, fáciles y duras. Buscando hasta de lo positivo, lo negativo. Algo desmedido que viene a confirmar esa extraña complejidad que tenemos, tan amigos de los ganadores pero rápidamente olvidadizos frente a los perdedores (que no derrotados).

Dejando de lado este rasgo patrio, la sucesión de las reacciones ha sido realmente interesante. Inmediatamente después de la gala la mayoría de las noticias emitidas señalaban un sonoro fracaso como proclama. Por la red se resaltaba una ridícula penúltima posición. Muy mala, sin duda. A nadie le gusta. Pero recordemos que es un concurso y en ellos se somete a un juicio. Además, es un concurso de los mejores candidatos de Europa. La perspectiva antes de la actuación era positiva. Y la actuación en sí reunió los requisitivos que reclama el festival (otra cosa que nos guste). Y no hablemos de la calidad de la canción. Lo de siempre, de gustos no hay nada escrito. Además, salió de un preconcurso público, como el festival.

La puntuación siguiente fue lo realmente chocante. Lo fácil ha sido criticar la mala posición de la cantante. Pero no han sido pocas las personas que se han preguntado ¿por qué fue tan mal? En menos de cuatro días cualquier opción no era viable: la culpa era de Soraya. No había más. Mala actuación, canción y candidata. Todo cuando ha acabado. Y, sin embargo, su opinión es realmente interesante. Porque precisamente no sabíamos que ese tema podría ser una excusa. En principio no se ha creído, aunque podemos confirmar que sí tiene su punto de verdad.

Y he ahí la paradoja: cuando la derrota ya tenía responsable, ha surgido un boicot por otro asunto. Presuntamente por la torpe opción que tomó RTVE frente a la emisión de las semifinales. Y las pruebas no resultan descabelladas. Entonces, cuando toda la diatriba se ha soltado sobre la pobre Soraya cabe preguntarse si este problema, más político, no sería criticable. En definitiva, se trata de un sistema de venganzas ante un concurso que mueve millones. En vez de emplear otra vía de penalización contra el ente público, lo ha tomado con la concursante española. Patrocinada por RTVE, cierto, pero representante de su público. ¿Qué culpa ha tenido ella? No todo resulta claro…

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